Cambiar o no cambiar

La gente no cambia, eso es un echo, pero no porque sea difícil sino por el compromiso que ello representa. Siempre será más cómodo seguir en nuestra área de confort y culpar a los demás y al entorno (o peor aún, «al universo») de lo que no somos capaces de aceptar, que nosotros mismos hemos decidido cómo será nuestra realidad actual.

 

Cambiar no es un esfuerzo, es una simple decisión, así de sencillo pero por demás difícil, eso si, decidirse a cambiar es posiblemente una de las decisiones más difíciles de nuestra vida, nadie decide saltar de un lado al otro de un río por el simple echo de hacerlo, pero si que lo hacemos cuando nuestra vida depende de ello, bueno, seamos honestos, a veces aunque nuestra vida esté en riesgo no nos atrevemos a hacer lo que sabemos que debemos hacer.

 

¿Cambiar o no cambiar?, he aquí este gran dilema. La gente no cambia sin una poderosa razón, sin un PORQUÉ.

 

¿Quieres ser feliz? Esto es muy fácil, ser feliz no es una meta ni un estado de ánimo, por eso la gente no puede ser feliz más que por cortos momentos. La felicidad es una forma de vida, es una decisión que tomas no algo que te sucede sin que intervengas.

 

Cambiar debe tener una finalidad, un beneficio mayor que el que te da seguir siendo el mismo, haciéndote daño o haciendo daño a los demás.

 

La necesidad de cambiar no viene de fuera, la necesidad debe venir desde nuestro más profundo ser.

 

Se cambia desde dentro, nunca desde afuera, la luz no viene del entorno e ilumina tu interior, no, dentro de ti se debe crear esa pequeña llama que te consuma e ilumine hasta irradiar a todo y a todos.

 

Así es el cambio, igual que la vida, el cambio generado desde tu interior es el que te cambia la vida, el cambio obligado sin creer sólo te sepulta más en el fango de tu mediocridad .

 

Atrévete a cambiar, atrévete a volver a nacer.